Así es. Hoy me permito ser o estar improductiva. Me cansé un poco de tener que estar al «pié del cañon» todo el tiempo; corriendo, sintiendo que debo dar más, que si no lo hago no llego o que llegan todos y todas menos yo. No señora, no señor. Hoy me voy a permitir ser o estar «improductiva» y simplemente disfrutar de SER. Ya va un tiempo desde que descubrí que puedo permitirme estar improductiva antes de llegar al cansancio extremo o al hartazgo y necesito compartírtelo porque puede que te encuentres en ese punto también. O casi.
Me gustaría que sepas que escribo esto sintiendo un nudo en la panza, como si fuera que hay ahí una manifestación física de culpa, miedo, ansiedad y sensación de desesperación, por tan solo tocar este tema de que «no hacer nada» está bien y me pregunto ¿por qué nuestra realidad de hoy nos lleva a estar a las corridas todo el tiempo?
Productiva 24/7 para llegar primero y ahora mismo
Parece ser que todo debe ser inmediato, con respuesta instantánea; desde nuestros pensamientos, trabajos, placeres, distracciones, hasta nuestra alimentación. Absolutamente todo «ahora mismo» y si nosotras no corremos atrás de ese «ya mismo» como si fuera una carrera de vida o muerte, ahí aparece nuestra más temida pesadilla: la culpa.
Siento que particularmente a nosotras, mujeres, nos han metido en la cabeza que «si no estamos haciendo algo» todo el tiempo, entonces somos «vagas», «improductivas», «haraganas». Parecería que siempre hay que dar más para tratar de llegar primero, de estar activa, de que se note que nos movemos, que no nos quedamos quietas, que somos «multitareas».
Recuerdo cuando, hasta hace no mucho tiempo, yo me describía en mi CV como una persona «multitasking» porque supuestamente representaba una habilidad positiva al momento de buscar empleo. ¿Qué locura no? Pobre mi cuerpo, pobre mi cerebro, pobre yo al ponerme en ese lugar de tener que estar sufriendo el estrés constante y la presión atender y responder a varias cosas a la vez; y como si eso fuera poco: ¡hacerlo todo a la perfección! Basta, en verdad. Basta.
HOY ME PERMITO SER O ESTAR IMPRODUCTIVA y simplemente SER
Hoy deseo SER YO tal cuál yo quiero ser y sin tener que «hacer» si o si esto, o lo otro; sin presiones, sin ningún tipo de culpa. Sin exigirme ser perfecta o alguien que no soy. Hoy quiero elegir solo existir, despejar mi mente, mi corazón, mis emociones y sensaciones. Sin corridas.
No hay nada de malo ni culposo en disminuir al máximo lo que cada una considera que debe hacer o no. Y hoy no dejaré que nada me haga cambiar de parecer. Por eso, hasta me lo he ilustrado con tal de recordármelo y te lo comparto también en la siguiente imagen (que también la podes ver junto a otras en mi cuenta de instagram, te dejo el link por si queres chusmear):
No hay nada de malo ni negativo, de hecho todo lo contrario, en parar, frenar, desatender, no hacer, y como digo yo: simplemente ser. Pero tuve que pasar por varios estados de ánimo y constante estrés extra para darme cuenta de esto.
Me pregunto constantemente ¿por qué esperamos tanto tiempo para frenar? Esperamos hasta que nuestros cuerpos nos dicen basta cuando empiezan a manifestar el cansancio de diversas maneras. Antes de llegar a ese punto, nuestra mente ya nos exige una pausa, y sin embargo seguimos, seguimos y seguimos porque «hay que llegar» y para que salga «todo perfecto».
Al fin cuando «paramos» seguimos pensando en tooooodo lo que hay que hacer, lo que quedó pendiente, lo que puedo «adelantar» si me esfuerzo un poquito para lograr «tener algo» y sentir que soy más importante.
Paré, hice una pausa: ahora viene el castigo
Paramos siempre obligadas, después de haber soportado la ansiedad por largo tiempo o porque nuestro cuerpo no da más. Y una vez que estamos ahí, supuestamente por descansar: viene el castigo. Nos decimos cosas feas, pensamos que somos de todo lo malo que existe.
¡Nos castigamos tanto! Porque significa que estamos vagas, improductivas, haraganas y que estamos desperdiciando nuestro tiempo, pudiendo estar haciendo otra cosa. Por eso, nos convencemos de que el descanso en realidad lo podemos pasar escuchando o viendo algún curso digital en la cama, total igual estamos reposando. Tal vez también podemos adelantar cosas de la casa para que no se vea como un desastre «en caso que» llegue alguien. Ah! también podemos atender llamadas por teléfono y escribir en chats, responder mails siempre con el objetivo de «adelantar» para no sentirnos lo peor que hay o que «no llegamos». ¿Te pasa?
En fin, siempre actuando para que nuestros emprendimientos no se vengan abajo, para atender a quienes nos escriben por un producto a la 1 de la mañana, para procesar el link de pago de la persona que quiere que le mande su compra el domingo, para decir que SI a todo menos a nosotras mismas, porque si lo hago, me corresponde mi «auto castigo».
Ser nosotras mismas, no perfectas
Van más de dos meses que mi cuerpo y otras circunstancias de la vida me obligaron a mi a parar y dejar de hacer lo que estaba llevando adelante en ese momento y te digo: fue lo mejor que pude haber hecho. Lo necesitaba desde hacía mucho tiempo. Me permití estar improductiva.
Estuve «inactiva» y sin hacer nada más que atender a mis chicos. Sin presiones, sin apuros, sin culpas (de a ratos si), sin comparaciones y tan solo siendo yo. Te soy sincera: me costó un poco desprenderme de la sensación de culpabilidad, pero lo logré y me dejé llevar sin juzgarme.
Fue fantástico. Si, dejé de vender al punto que mi cuenta del banco llegó a cero. Dejé de sumar «seguidores» en mis redes sociales y abandoné mi web por todo ese tiempo. No respondí chats, ni mails, ni llamados. Todo de un día para otro sin previo aviso. No fue la mejor manera, pero fue la forma en que me salió a mi. Al fin dejé de estar «perdida en la lista de cosas por hacer» tal como conté que me pasaba hace unos meses.
Afortunadamente las personas con las que interactúo desde mi emprendimiento lo pudieron entender. ¿Y saben qué fue lo malo o catastrófico que ocurrió como consecuencia de mi parada obligada? Nada. Así de simple: nada malo ni catastrófico.
La liberación desde la inactividad
Lo que si pasaron fueron cosas buenas, positivas. Pude ver todo desde la perspectiva de la inactividad y plantearme si con todo lo que hacía estaba siendo yo misma. Me aguanté y me soporté a mi misma bastante tiempo para enfrentarme con mi verdadera yo que me gritaba: quiero existir.
Pude soportar mi «improductividad» y reacomodar mis prioridades. Ahora pienso primero en mi, mi salud, alimentación y cuidados, pegado ahí nomás los de mi familia y más atrás todo lo demás. Antes planeaba el día de acuerdo a mi «trabajo», hoy planeo mi trabajo de acuerdo a mi cuidado primero, a mi bienestar, a mi preservarme y escucharme y luego todo lo demás.
Porque en la soledad e inactividad, además de darme cuenta de que nada malo pasaba, pude tomar la valentía de aceptarme como soy, imperfecta, y de entender con el fondo de mi ser y sobre todo CREER, que siendo yo puedo ser todo, encontrar todo, conseguir todo y tenerlo todo. Siendo imperfecta, siendo yo.
Hoy me permito ser o estar improductiva, y no se detiene el mundo. Te lo dejo para que lo pienses. Espero que te sirva.
Hasta la próxima.
Caro.
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