Hoy decido contar la historia de una persona que conozco muy bien y desde hace mucho tiempo, sin la cual mi vida no sería la misma: ella es una amiga, gran compañera de aventuras, viajera y soñadora; nada hubiera sido lo mismo de no haber contado siempre con su apoyo, su fé ciega y su confianza desmedida.
Noe nació y creció en el norte argentino. La cuarta de seis hermanos pasó su infancia entre jugando en el jardín de sus abuelas y los camiones de su papá. Hablar de su madre merecería escribir una historia aparte porque mencionarla es tener en mente a quien considero una guerrera, luchadora y gran mujer.
La infancia de Noe no fue «soñada». Vivió una mezcla de momentos agradables con algunos mas tristes dado la época y las circunstancias sociales, económicas y familiares que en si LA VIDA MISMA a todas las familias nos hace pasar. Pero en su persona siempre prevalecieron los valores legados de su mamá: persistir, luchar, no rendirse, salir adelante.
Los años de escuela primaria los vivió tranquilos. Desde sala de jardín pude compartir con ella la educación formal. Viviamos en el mismo barrio, asistimos a las mismas escuelas y hasta los 12 años tambien al mismo grado.
Los años de colegio secundario le fueron un poco más complicados porque trajeron momentos de desencuentro con ella misma y la búsqueda interna de «su lugar» sumado a las presiones típicas de una adolescente por parte de sus pares y familiares.
Cuando comenzamos la universidad a los 18 años de edad elegimos caminos distintos: ella fué por «Turismo» y yo elegí «Sistemas» pero de vez en cuando solíamos vernos en las veredas del barrio para soñar un poco acerca de cuán fantástico sería poder viajar y conocer algún muy muy muy lejano lugar.
Soñar con un viaje muy lejos implicaba para nosotras un compromiso económico impensado en nuestras pobres economías de estudiantes universitarias y en una época en la que el país atravesaba el «post» de su peor crisis social y económica en la historia.
Además de no tener «ni un peso partido por la mitad» para irnos bien lejos, hasta el atrevernos a pensar en realizar un viaje de tal magnitud nos era casi imposible. No existían las tecnologías y recursos de hoy que hacen parecer al mundo mucho mas alcanzable y cercano de lo que es.
Dicen que hay que ser conscientes de nuestros deseos y pensamientos porque eso es lo que atraemos a nuestras vidas.
Creo que éste es el ejemplo más claro de que los deseos se pueden volver realidad: por cuestiones de la vida o nuestros destinos y luego de largas horas de charlas y de sueños un día se nos presentó la posibilidad de participar de una experiencia de trabajo en el exterior para jóvenes universitarios.
Teniamos 21 años de edad y al saber de la propuesta no dudamos ni un segundo de empezar a imaginarnos como sería vivir cada momento de esa aventura ¡y sin siquiera haberla vivido!
Lo pensamos, lo visualizamos y lo sentimos fisicamente con cada uno de nuestros sentidos, incluso meses ántes de saber si realmente lo cumpliríamos.
El destino era Florida, Estados Unidos. No teníamos idea de si calificariamos con los requisitos para obtener la visa correspondiente o si nos alcanzaría el dinero que podíamos ahorrar hasta el momento de partir, pero dijimos seguras y convencidas: «SI, NOS VAMOS».
Eramos estudiantes full time y sin empleo; nuestras familias no contaban con recursos para «extras» y además tenemos otros hermanos que en ese entonces tambien estudiaban.
Para nosotras no había forma fácil de concretar ese sueño, debíamos trabajar, inventar, pedir, ahorrar.
Nada nos detuvo. Gracias a algunas personas que nos bancaron en todo y con mucho trabajo durante casi un año conseguimos recaudar lo que necesitabamos para poder viajar, además junto a otra amiga nos armamos un pequeño grupo de tres para partir juntas.
Soñamos tanto con el día que finalmente llegó. El 2 diciembre de 2006, con visa en mano partimos en cole-micro-omnibus-bus (como se le diga) desde Resistencia, nuestra ciudad, hacia el aeropuerto de Ezeiza donde debiamos embarcar con destino Miami, Florida. La experiencia duraría en total cinco meses y planeabamos estar de vuelta en Argentina a mediados del mes de abril de 2007. Comenzaba así la aventura que cambiaría rotundamente nuestras vidas.
Una vez en USA…
Al llegar todo era nuevo, novedoso, increíble y estabamos felices. Creo que fué la época en que más reí a carcajadas en lo que llevo vivido. Hicimos amigos que perduran hasta el día de hoy y nos sumergimos en un entorno multicultural.
Durante los primeros meses en Florida, Noe conoció el amor. Se enamoró perdidamente (si, perdidamente) de un estadounidense que originalmente es de Tenessee. En poco tiempo y gracias al destino, el amor, el metejón y mucho más, ella quedó embarazada.
Fué un momento muy intenso porque su vida, su destino y su juventud se estaban jugando su futuro. No planeó y jamás imaginó que acontecería tal circunstancia.
Debía entonces decidir con 22 años de edad si seguir adelante con ese loco amor, la idea de formar una familia en un lugar muy lejano y estando «sola» sin la comodidad de tener cerca a alguien de su familia. Debía dejar de ser la jóven todavía un poco inmadura y convertirse en cuestión de pocos meses en madre y mujer en otro país.
Su intuición y el valor de enfrentar a sus padres con la situación para contarles ella misma lo que sucedía la llevaron a regresar a nuestra ciudad un poco ántes de lo que teníamos previsto.
Yo por mi parte, continué la experiencia en USA pero como aquí estoy contando su historia, dejo la mía para la sección «acerca de» a la cuál podés acceder haciendo click aquí.
«Dar la cara»
Llegada a Resistencia y una vez charlada la situación con su familia, Noe siguió adelante con su embarazo y su relación a distancia con el jóven del que se había enamorado y padre de la beba que venía en camino.
En diciembre de 2007 nació su gran amor: Giulia y por el siguiente año y medio luego de su nacimiento luchó por mantener en pié la relación a distancia con su pareja porque apostaba al amor y a la familia.
Llegado marzo de 2009 luego de largas meses de espera burocrática por papeles, visas y permisos pudo emigrar definitivamente junto con su hija a encontrarse con su amor en Florida.
Ella apostó, invirtió, luchó y dió todo. El cien por ciento y más de lo que una persona pueda dar, pero la relación no funcionaba. Fueron varios años de conflicto, desencuentros y momentos muy intensos que vivieron como pareja en su intento por concretar el proyecto que los había ilusionado en reencontrarse.
Lamentablemente a veces las cosas no son como uno las espera y cuando nos pasa esto de darnos cuenta que «no era como pensabamos» nos duele mucho. Al separarse de su pareja, Noe y su hija estaban solas en un país distinto, muy lejos y con barreras hasta en el idioma.
En USA no podés ir al kiosko y pedirle la leche fiada a don Carlos, no podés «caer a tomar mates» a la casa de alguien cuando necesitás charlar, no podés «dejarle la nena un rato» a tu mamá, hermana o amiga de confianza de un momento a otro porque siempre hay que trabajar y «tenés que coordinar».
Todo el entorno a su alrededor corría entrometido en sus vidas teniendo sus propias luchas y para Noe con trabas legales por cuestiones migratorias se complicaba el panorama ya que sin permiso de trabajo no se puede (o no se debe) trabajar.
Nuevamente ella enfrentó la situación de la mejor manera posible y con ayuda de amigas logró resistir y bancar el tiempo de espera a una respuesta migratoria.
Varios años de incertidumbre pasaron hasta que finalmente en 2014 llegó el momento más emocionante y recibió respuesta satisfactoria a su pedido de residente permanente.
Actualmente…
Hoy Noe y su niña de 11 años continúan viviendo en Florida, USA. Cada tanto se escapan a conocer lugares nuevos, viajando para refrescar un poco el alma, los pensamientos, los sueños, el ánimo.
Ella aprendió a convivir con el desarraigo y enfrentó la frustración de renunciar a un plan que no fué. Ella «la rema» todos los días como madre, trabajadora y mujer. Sigue adelante.
Sus prioridades han cambiado y sus deseos y anhelos tambien. Sueña con arrancar un emprendimiento propio y poder dedicarse a vivir de la manera que desea diseñando su propia vida junto a su hija.
Los que conocemos su alma tenemos la dicha de contar con su apoyo incondicional, siempre. Podrán pasar años y kilómetros de distancia pero su esencia se mantiene intacta: ella sueña, lucha e inspira.
Espero que te haya gustado conocer su historia. Hasta la próxima 🙂
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